Leo Bassi, Iglesia Paticana

Leo Bassi en plena ‘liturgia’ de su Iglesia Patólica de Lavapiés.

Cada domingo a las 12:00 horas las puertas del ‘Paticano’ se abren para recibir a los feligreses de una nueva corriente religiosa: el Patolicismo. El cómico italiano Leo Bassi regenta, desde finales del pasado año, una capilla muy peculiar en el madrileño barrio de Lavapiés.

La Iglesia Patólica es un pequeño lugar donde el culto al patito de goma, las estampas de Groucho Marx, Darwin, Nelson Mandela -entre otros- y un buen número de pensadores de la Ilustración europea comparten un irónico altar.

Lejos de las dimensiones del Vaticano de Roma y de cualquier teatro convencional, el aforo de la Iglesia Patólica es muy limitado (alrededor de 30 personas), por lo que se recomienda llegar con la suficiente antelación para no quedarse sin asiento o a las puertas, ya que acceder al local es prácticamente imposible una vez iniciada la liturgia y debido también a que la entrada es libre.

La del pasado 10 de febrero fue la cuarta misa oficiada por Leo Bassi desde que este templo del pensamiento crítico iniciara su andadura el 28 de diciembre de 2012. El silencio de los representantes de la cultura ante el caso Eurovegas, una reflexión sobre los orígenes de la fiesta del Carnaval y un compendio de hilarantes referencias a la teoría de la evolución de Darwin centraron una homilía alejada de biblias y coranes y demás textos sagrados tradicionales.

El silencio de la cultura
Bassi dedicó gran parte de su plática a los cuatro teatros que se construirán como parte del proyecto Eurovegas, tres de los cuales, dijo, gestionará el Circo del Sol. El artista italiano cargó contra la concepción circense de esta institución en particular, el Circo del Sol, que, a su juicio, despersonaliza la función. «Comenzó robando las ideas del circo francés de los 70 y 80, comercializándolas y transformando esto en una empresa sin corazón, y lo más importante para mí, sin nombres», subrayó. «Mi padre o mi abuelo, que vivieron del circo toda su vida, tenían muy claro que en el cartel había que poner siempre el nombre del artista», señaló Bassi en referencia al carácter despersonalizado de los montajes de la afamada compañía canadiense.

«Que esta cosa homogeneizante, del pensamiento único, vaya a invadir Madrid, vaya a crear una competencia desleal contra el resto de teatros madrileños, tenía que haber sido motivo de reacción de los actores, de la gente de la cultura. ¿Y sabéis por qué no hay reacción? Porque ya no hay cultura. Esta es la cosa más evidente y más triste que podemos decir», lamentó.

La misa de 12 de la Iglesia Patólica concluye con un rito muy particular: un trozo de manzana y una copa de vino para todos los asistentes que decidan comulgar con esta original propuesta teatral en la que no hay distancias. Al final del espectáculo, el cepillo pasa de mano en mano para que el que quiera haga su aportación y contribuya a financiar así la continuidad de este humilde santuario de la razón y principalmente «el alquiler del local», como explica su sumo pontífice, Leo Bassi.