El sábado 22 de marzo se ha celebrado en Madrid quizás la mayor protesta ciudadana de la legislatura vigente: la Marcha de la dignidad. Una iniciativa popular promovida por la indignación frente a los problemas sociales –corrupción, pobreza, desempleo, recortes en sanidad, cultura, educación, desahucios, reforma del aborto y más- que ha hecho que gentes de todo el país partieran días antes desde varias ciudades con destino a la capital.
No cabe duda que para la Delegación de Gobierno siempre es más gratificante dar cuenta de las 500.000 personas reunidas en la plaza de Colón para celebrar el triunfo de la selección española de fútbol en el Mundial, el 12 de julio de 2010, que de los congregados en una protesta como la de ayer, en la que, según la Policía y a falta de una estimación por parte de la Delegación –que lo que sí que hizo es preparar un dispositivo de 1.400 antidisturbios-, sólo hubo unos 36.000. Pero lo cierto es que una simple comparación de imágenes de uno y otro día es suficiente para considerar una gran broma este baile de números.
Justo 48 horas antes del 22M, el hijo de Adolfo Suárez convocaba a los medios de comunicación para informar del “inminente desenlace” de su padre. Y cual oráculo alejado de esa fe cristiana que parece profesar y según la que debería ser el altísimo el que marcara los tiempos, pronosticaba que la muerte del expresidente se produciría en menos de 48 horas. Caprichoso es el destino que parece querer que el adiós a un político de relevancia indiscutible en la historia de España, que legalizó el partido comunista y supo echarse a un lado cuando sintió la desconfianza de los que le rodeaban, coincida con una macro protesta ciudadana movida igualmente por el rechazo a la clase política vigente. Decepcionante, sin embargo, el juego mediático en el que su propia familia ha decidido participar y del que el periodista Jordi Évole bien podría hacer otro experimento audiovisual que nos hiciera reflexionar.
Una de las tareas de los departamentos de documentación de periódicos, agencias, radios y televisiones es tener preparado material biográfico para difundir cuando llegue el momento, ¿qué necesidad de hacer en el caso de Suárez amplias informaciones ‘previas’ de su obituario? Los participantes de la Marcha de la dignidad seguro que tienen la respuesta, igual que tantos otros que quizás al grito interno de “Suárez, háganos el favor de morir el 22M” aplauden que el eco de la reivindicación democrática que ayer discurrió por las calles de Madrid haya sido, en gran medida, silenciado, precisamente, en el nombre de un demócrata que, finalmente, nos ha dejado hoy.
D.E.P. Adolfo Suárez.