Astrid Jones es el rostro de mujer de la inmigración en ‘Un trozo invisible de este mundo’, el montaje teatral de Juan Diego Botto que, bajo la dirección de Sergio Peris-Mencheta lleva más de año y medio de recorrido por los escenarios españoles y hasta el 8 de junio vuelve a estar en el que fue su punto de partida: el Matadero de Madrid.
Con seis nominaciones a los Premios Max 2014 que se entregan el próximo 26 de mayo, ‘Un trozo invisible de este mundo’ trata de llegar al espectador con la franqueza de un espejo, reflejando episodios cotidianos que se suceden a diario en nuestro «primer mundo» y ante los que en demasiadas ocasiones pasamos de largo sin cuestionarnos nada.
Cinco monólogos sobre el exilio y la inmigración con una delicada conjugación de ironía, sentido del humor y drama que deja entrever la firma de Peris-Mencheta. La inspiración en hechos reales, como la tortura en la Argentina de los años 70, desemboca en un enorme Juan Diego Botto y el recuerdo de Samba Martine, la congoleña de 34 años fallecida en circunstancias más que cuestionables en diciembre de 2011 en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, tras su paso por el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, se reencarna en la sensibilidad de Astrid Jones.
Mientras España busca apoyo en Europa para legislar sobre los ‘números’ de la inmigración que preocupan en las vallas de Ceuta y Melilla, ellos mantienen sobre las tablas algo mucho más humano: la necesidad de dar rostro, nombre y apellido a esas personas; la obligación de recordar que todos fuimos, somos o podríamos ser migrantes; el debate de cuestionar nuestra propia existencia para entender la del otro… Colgar el cartel de ‘agotadas las localidades’ casi a diario está siendo, hasta ahora, su mejor recompensa.
-¿Qué ha supuesto la vuelta de «Un trozo invisible…» al Matadero?
Astrid Jones.- Es como venir cargados de seguridad, con la función mucho más madura, con todo lo que hemos recogido de los espectadores. Con una convicción mucho más fuerte de que todo lo que estamos haciendo parece que va a algún lado, la gente necesita que le hablen de este tipo de cosas. El exilio y la inmigración desde un punto de vista donde se puedan asemejar a las personas de las que estamos hablando.
-¿Qué ha supuesto para ti poner rostro de mujer a la inmigración?
AJ.- Ha sido una responsabilidad y al mismo tiempo muy bonito poder contar esta historia. El monólogo de la mujer es un alegato de justicia. A partir del suceso de Samba Martine, la mujer congoleña que falleció después de estar en el CIE de Aluche (pidió asistencia médica en varias ocasiones pero no tenía traductor para saber lo que le pasaba…) Representa a todas las mujeres y todas las personas que se aventuran a hacer un viaje de este tipo. Es un homenaje a todos los que salen, en este caso de África hacia Europa, con la esperanza de poder encontrar una realidad mejor, en busca de oportunidades, y una ventana para que el resto que no sabe de la existencia de estos centros ni por todas las cosas que tienen que pasar los que llegan allí, sean más conscientes. Que cuando ven las noticias o van paseando por la calle no piensen que son simples números, son personas con familias, con hijos con padres que tienen sueños, que luchan por ellos…igual que la gente que vive aquí. Es una forma de mirarte al espejo y darte cuenta de que todos estamos aquí por las mismas cosas, independientemente del lugar de donde vengamos y el color de nuestra piel.
– ¿Es este un periodo propicio para agitar conciencias desde las salas de teatro?
AJ.- La gente necesita que les cuenten qué está pasando, frente a esos discursos que tratan de maquillar la realidad, de anestesiarnos. Creo que hay una necesidad de explicar la realidad que estamos viviendo. Hay muchas incongluencias y es bueno que de repente aparezca alguien que te dice: Pues mira, tú lo estás viendo amarillo y el de allí te está diciendo que es verde porque necesita mantener todo ese entremado que lo sostiene en el puesto o cargo en el que está…
– ¿Del caso de Samba Martine hasta hoy ha cambiado algo?
AJ.- El caso de Samba estaba abierto cuando empezamos a representar la obra pero se cerró cuando precisamente estábamos aquí en Matadero y en enero de este año se ha reabierto otra vez, han descubierto muchas cosas que no cuadran, han imputado al servicio médico que la atendió y prosigue la investigación. No sabemos hasta qué punto hemos tenido que ver pero si realmente lo que estamos haciendo ha supuesto un granito de arena, nosotros encantados… El de Samba no ha sido el único caso, hay mucha gente que ha sufrido agresiones, es una forma de empezar a cambiar un poco las cosas, de que haya visibilidad y que de alguna manera se pueda reclamar justicia cuando pasan este tipo de situaciones.
– ¿Es necesario trasladar el debate que plantea la obra al terreno de la educación?
AJ.- Por supuesto. Muchas veces los niños y los adolescentes entienden mucho más de lo que nos creemos. En un encuentro con el público se levantó una niña y dijo: sólo quiero que sepáis que yo tengo 12 años, he venido con mi abuela y me he enterado de todo lo que habéis dicho…fue muy bonito. El debate que genera tiene que ver con lo que estamos viviendo. Nada de lo que decimos es ajeno a nadie. Si no es porque lo has vivido en primera persona, conoces a alguien, simplemente salir a la calle y encontrarte con otras personas en esa situación te hace encontrarte con esta realidad y sobre todo porque en un futuro nadie te asegura que tu no tengas que dejar tu casa. En el último año, ¿cuantos españoles han tenido que salir de aquí?, sobre todo jóvenes que no se esperaban tener que tomar esa decisión. Y ¿cuánta gente se está planteando irse?….Hace falta reflexionar porque en cualquier momento puedes ser tú el que tengas que pasar por ello.
– ¿Hay algún escenario al que te gustaría que llegara este montaje?
AJ.- Si tuviésemos la ocasión de llevar esta obra a Argentina y a Guinea Ecuatorial ya podríamos estar tranquilos, sería una buena manera de terminar todo este recorrido que estamos haciendo…de hablar cara a cara a la gente.
– ¿Existe poca sensibilidad en España frente al tema de la inmigración?
AJ.- Hay de todo un poco. Es verdad que en España mucha gente ha tenido que pasar por la emigración pero parece que se ha olvidado pero porque ha habido una labor de olvido. No se ha visibilizado que hace años eso pasó. Se intenta confeccionar un tipo de sociedad que ha borrado determinadas etapas de su historia y que no ha recogido esa herencia. En el momento en que nos volvemos a encontrar en una situación así hay cierta falta de empatía. Hay gente que es sensible y otra que no lo es. No ha habido un entendimiento de acoger al que viene a ganarse la vida. Falta sensibilidad en ese aspecto, es un tema bastante delicado, pero esa falta se da a nivel institucional por eso se refleja en la sociedad. Si no se genera un entendimiento en torno a eso es difícil que exista esa sensibilización.
– El mundo de la cultura ¿se tiene que comprometer en este periodo?
AJ.- Yo creo que sí porque una de las responsabilidades de la cultura es la educación, generar la conciencia de la sociedad a la que se dirige y desarrollar el criterio de las personas que el día de mañana van a sustentar esto. Cuando es necesario hace falta compromiso y cuando no es necesario es preciso reforzar el compromiso.
– ¿Qué te llevas de esta primera experiencia teatral?
AJ.- Toda mi trayectoria anterior ha sido como cantante y esta es la primera vez que hago teatro a este nivel y me llama mucho la atención su poder de transmisión. Hay una atención especial que genera una comprensión mucho más real que la que puede generar leer un periódico o estar viendo las noticias. El contenido de lo que estamos hablando lo vivo de una manera bastante especial y cercana, más allá de una experiencia teatral ha sido personal, porque también me ha hecho plantearme muchas cosas e investigar cosas en mi familia, ha generado una reconexión de quien soy y como soy vista en esta sociedad, como mujer negra. Nunca me podía imaginar que íbamos a recibir tanta gratitud, en un año y medio en el que hemos visto teatros llenos, gente que nos ha venido a dar las gracias con lágrimas en los ojos, que nos ha dicho cosas preciosas. Esto es una experiencia que puede ser única en la vida y se han conjugado muchas cosas para que sea así.
¿Cuándo?: hasta el 8 de Junio
¿Dónde?: Naves del Español, Matadero Madrid